Homenaje a Mario Rivero


La Biblioteca Nacional rinde homenaje a los autores colombianos que han hecho un aporte valioso a las letras de nuestro país.

Manos a la obra de Mario Rivero


Con la participación de Federico Díaz-Granados, Juan Felipe Robledo y Guido Tamayo

Martes 19 de mayo
6 pm
Auditorio Germán Arciniegas
Biblioteca Nacional de Colombia



Mario Rivero: Algunos de sus versos rozan la superstición del malevaje, como ocurre con los tangos que tanto amó y cantó. Tenía estatura de luchador y en verdad que lo fue en más de un sentido. “Sus poemas son lo más cercano que conozco a una poesía popular, a la impersonalidad de un romance contemporáneo donde el folclor tradicional –que ha producido resultados tan delicuescentes– es substituido por la pobreza crapulosa y pintoresca de lo actual cotidiano”, escribió Hernando Valencia Goelkel en el prólogo de Baladas sobre ciertas cosas que no se deben nombrar, Premio Nacional de Poesía Eduardo Cote Lamus 1972. Sólo que en su larga vida de poeta, a esta distinción vendrían a agregarse otras como la Medalla al Mérito Literario en el Festival Internacional Proartes (Cali, 1999) y el Premio Nacional de Poesía José Asunción Silva a la vida y obra (Bogotá, 2001).

Citemos entonces, agradecidos, sus poemarios: Poemas urbanos (1963), Noticiario 67 (1967), Y vivo todavía (1971), Baladas (1980), Los poemas del invierno (1985), Mis asuntos (1986), Vuelvo a las calles (1989), Del amor y su huella (1992), Mis asuntos (1995), Poema con cámara (1997), Flor de peña (1997), V salmos penitenciales (1998), ¿Qué corazón? (1998), Elogio de las voces (2002), Remember Spoon River (2003) y La balada de los pájaros (2007). Como crítico de arte publicó libros sobre Botero, Manzur y Rayo. En 1972 fundó la legendaria resista Golpe de dados. Mario Rivero nació en Envigado en 1935 y murió en su casa del barrio de La Candelaria, en el corazón de Bogotá, el pasado 11 de abril.

Un poema de Mario Rivero:

Motivos del día

Mario me llamo
soy mordisco al aire
soy un husmea-cosas
soy un cuenta-cosas.
Todas las mañanas
siento la hoja de barba
y la caricia del agua
cuando en el piso de arriba
posiblemente
un hombre y una mujer
yacen abrazados.

Él la tiene en sus brazos
medio adormilada
mientras oriento mis pasos
hacia el día.

Digo mentiras inútiles
y verdades inútiles.
Converso con los ancianos
que descansan en la hierba
o sobre los pedestales
de los héroes
con el buhonero
que vende transistores
o lentes para que alguien se esconda.

Con las nucas
que en los colectivos
se apoyan sobre el hombro
del vecino.
Con los huéspedes de las buhardillas
y las de los cuartos
de las casas coloradas
con rendijas
que miran a los árboles.

Llego hasta el apartado
esa ventanita al mundo
abro una carta
que tiene una estampilla
de los mares del sur
donde los pescadores
tiran varios días sus arpones
hasta dar caza al tiburón
entre espumas de sangre.

Voy al parque
y violo una naranja
para no mirar a una colegiala
que hace su colección
de hojas de otoño.

Soy bachiller en lentos
amaneceres en los puentes.
Todos mis recuerdos
tienen el leve brillo
de una joya perdida
aunque hay momentos
que merecen repetirse.

Soy un husmea-cosas
soy un cuenta-cosas
un cero grita bajo mis zapatos.

Mayor Información:
divulgacionbnc@mincultura.gov.co
Télefono (571) 2822883


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